miércoles, 13 de enero de 2016

LOS 8 MÁS ODIADOS: EL BUENO, EL FEO, EL MALO… Y SIGUEN LAS FIRMAS

Los 8 más odiados. Director: Quentin Tarantino. Protagonistas: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins, Demian Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce Dern, Channing Tatum, James Parks, Dana Gourrier, Zoë Bell, Lee Horsley, Gene Jones, Keith Jefferson, Craig Stark, Belinda Owino. Narrador: Quentin Tarantino. Guión: Quentin Tarantino. Música: Ennio Morricone. Double Feature Films / FilmColony. EE.UU., 2015. 

Es sabido que las guerras no terminan cuando lo decreta formalmente el triunfador. Sobre los que fueron sus campos de combate, en los cuerpos y las ansias de los sobrevivientes de uno y otro bando, las escaramuzas continúan, se instalan viejos odios y nuevos rencores. Las cuentas pendientes siguen reclamando Justicia y/o Venganza. Lo que venga primero, lo que caiga mejor. Para estos veteranos de la recientemente finiquitada Guerra de Secesión, atrapados por la ligazón de sus historias personales, de las elecciones que los han llevado a coincidir en una posta perdida, en medio de la nieve y durante una tormenta que los obliga a compartir ese pequeño espacio físico, ha llegado la hora de saldar sus deudas. Y no será gratis. Y no será limpio. Y no será en paz.


Un solo acorde de la banda sonora por la que Ennio Morricone se hizo acreedor al Globo de Oro. Ese es el tiempo que necesita Quentin Tarantino para encerrarnos en el mundo de Los 8 más odiados (The Hateful Eight, 2015), en parte una reversión en clave western de su opera prima, Perros de la Calle, ahora filmada en Ultra Panavison de 70 mm, con las mismas cámaras con las que William Wyler rodó Ben Hur a fines de los ’50. Dato técnico innecesario para disfrutar del filme, pero esencial para capturar la tensión existente entre la belleza de esos exteriores abiertos a la desmesura de la naturaleza; con la opacidad de esos interiores claustrofóbicos cerrados por la desmesura de la naturaleza humana. Y cuando hablo de interiores claustrofóbicos no me estoy refiriendo al espacio delimitado por las paredes y el techo de la cabaña, sino a las entrañas de los ocho odiados del título.


Como su opus anterior, la octava película de Tarantino se cubre con los ropajes del western. Y sin dejar de ser una aventura del salvaje oeste, termina siendo mucho más que ello. Un policial de Agatha Christie, resuelto como obra de teatro y filmado a cuatro manos por Sergio Leone y Alfred Hitchcock. O algo así. Una comedia dramática negra, cortada por diálogos afiladísimos, sin concesiones, actuados con rigurosidad shakespereana y precisión quirúrgica por un reparto afiatadísimo, que se saca chispas sin parar. Una epopeya íntima y minimalista, macabra, cruel y divertida. 


Sobre un telón que explicita las políticas racistas de los EE.UU., la trama irá cociéndose a fuego lento, con cautela, con la dedicada paciencia que explicitarán (más de una vez) los ocho personajes involucrados. Hasta que la tensión finamente enhebrada no soporte más la tensión; y haga volar todo por los aires al más puro estilo Tarantino. Con una violencia física y psicológica extrema. Con la ética del exceso resuelta mediante una estética de cruda elegancia. Decididamente gore en su esencia, pero vestida como para un figurín de alta costura.


Un regurgitado de géneros que, en manos incapaces, no pasaría de un intragable compost de tres horitas, pero que al ser un Tarantino al 100% termina elevado a la categoría de arte, reconvertido en esta delicia cinéfila que uno no quiere que termine. 
Y pensar que por una filtración de su guión, casi nos quedamos sin esta maravilla.
Fernando Ariel García

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