miércoles, 3 de julio de 2013

LA COMUNIDAD: EL HORROR


La comunidad. Guión: Rodolfo Santullo. Arte: Marcos Vergara. Portada: Marcos Vergara. 96 páginas a todo color. Mojito Colectivo Editorial (Grupo Belerofonte, Dragón Comics, Estuario y Loco Rabia). ISBN: 978-9974-99-091-3. Uruguay / Argentina, junio de 2013.

Tiempos distintos (o la percepción de tiempos distintos), conviviendo de alguna manera y por algún motivo. La tensión entre dos valores que se nos aparecen como absolutos; y que podríamos resumir rápidamente en los términos Adentro y Afuera. Los acuerdos (¿treguas?) tácitos y/o explícitos que pactan estos espacios, separados y unidos por la naturaleza que, mediante su barrera hecha de ríos y vegetación salvaje, al mismo tiempo brinda seguridad y genera peligros. Una serie de líderes adultos y de héroes jóvenes que deberán resolver sus conflictos personales en un escenario global que, con sus prerrogativas y normas establecidas, los incluye y supera ampliamente. El riesgo del anticonformismo en épocas de opresión.


Son sólo algunas de las premisas que Rodolfo Santullo y Marcos Vergara trabajan en La comunidad. Premisas que resuenan con los ecos de La aldea, el filme de M. Night Shyamalan que metaforizó, a su manera, la brutal colisión entre lo primitivo y lo moderno (o, de nuevo, la percepción de lo primitivo y lo moderno) apoyándose en la construcción psicológica de un thriller con toques terroríficos. Aclaremos antes de que oscurezca, La comunidad no es una copia de La aldea (como La aldea no era una copia del libro Running Out of Time, del que tomó algunos disparadores y una ambientación similar), sino una reelaboración (¿consciente? ¿inconsciente?) de un tópico bastante transitado en la ciencia-ficción de identidad híbrida. 


Serializada originalmente en el blog Historietas Reales entre marzo de 2011 y diciembre de 2012 (y felizmente recopilada en libro por el flamante colectivo rioplatense Mojito), La comunidad aborda el fin de la niñez después del fin de la inocencia después del (aparente) fin de todo. Y lo hace echando una metafórica mirada latinoamericana sobre algunas topografías conocidas: La Supervivencia y el Hambre. Claro que, en una historia donde la percepción de las cosas hace a las cosas que pasan, se anota un enorme poroto al elaborar espacios en blanco que determinan el clima de la narración, el ritmo de la lectura y la distribución de las fichas del trágico rompecabezas que vamos armando en nuestras cabezas mientras pasamos sus hipnóticas páginas. El secretismo como mecanismo de control social. El ejercicio de la fuerza como herramienta generadora de orden. La rebeldía contra el Poder establecido. La sutil truculencia que genera el canibalismo cuando aparece abordado por un autor uruguayo.


Lejos de cualquier utopía comunitaria, La comunidad de Santullo y Vergara se me hace una exploración distópica sobre los verdaderos alcances de la disolución social. Olvídense de las teorías sobre asociaciones voluntarias en pos de un bien común y mayor, de las relaciones igualitarias entre pares, de los democráticos idearios asambleístas. Lo que aquí aparece en escena es sólo un conjunto de individuos unidos por el espanto borgeano, reducidos al mínimo escalón de la cadena alimenticia de alguien (o algo) que está siempre presente sin estar a la vista. La socialización definitiva del sálvese quién pueda, cómo pueda.
El horror, diría Kurtz.
Fernando Ariel García

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